Santo, Santo, Santo: ¿Qué significa que Dios es tres veces Santo?

La Biblia nos muestra con claridad una de las visiones más impactantes del cielo: los serafines alrededor del trono clamando sin cesar:

“Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3).

Y en Apocalipsis 4:8 leemos lo mismo:

“Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.”

¿Por qué se repite tres veces? Porque la santidad de Dios es absoluta, perfecta y eterna. Nada ni nadie puede igualar su pureza. Al repetirlo, la Escritura enfatiza que su santidad está más allá de todo lo que podamos comprender. Y si Dios es tres veces Santo, nuestra respuesta no puede ser indiferencia, sino temor reverente, obediencia y consagración.


1. La santidad de Dios exige respeto a su Palabra

Hoy, muchos dicen: “Dios mira el corazón, no importa cómo vivas”. Pero esto es una media verdad peligrosa. Sí, Dios ve el corazón, pero también juzga nuestras acciones.

En 1 Samuel 16:7 se nos enseña que Jehová ve el corazón, pero eso no significa que apruebe una vida de desobediencia. La Palabra es clara:

“Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16).

Si de verdad amamos a Dios, debemos guardar sus mandamientos. Jesús mismo dijo:

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” (Juan 14:21).

No se trata de un amor de palabras, sino de una vida que respeta la autoridad de Dios.


2. Dios es fuego consumidor: no se burla de nadie

El cristianismo no es un juego. Muchos hoy en día viven de apariencia: levantan las manos en el culto, pero con su forma de vestir, hablar y actuar muestran un corazón lejos de Dios.

La Biblia advierte en Hebreos 12:29:

“Nuestro Dios es fuego consumidor.”

Esto significa que Dios no pasará por alto la desobediencia ni la burla. No podemos pretender adorarle mientras vivimos en pecado deliberado.

En Gálatas 6:7 se nos recuerda:

“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.”

La santidad de Dios exige seriedad. No podemos acercarnos a Él de cualquier manera.


3. El peligro de un evangelio ligero

Hoy vemos iglesias que predican un evangelio cómodo: “Dios es amor, no importa cómo vivas, Él comprende todo”. Pero eso no es la verdad completa. Sí, Dios es amor, pero también es Santo y Justo.

El amor de Dios no es licencia para pecar, sino un llamado al arrepentimiento. Jesús dijo a la mujer sorprendida en adulterio:

“Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11).

La gracia de Dios nunca será excusa para seguir en el pecado, sino poder para apartarnos de él.


4. Obediencia: la verdadera adoración

No basta con cantar, levantar manos o decir “te amo, Señor”. La verdadera adoración está en obedecer su Palabra.

Jesús dijo en Mateo 7:21:

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”

Dios busca hijos obedientes, no religiosos de apariencia. El que de verdad reconoce que Dios es tres veces Santo vivirá con respeto, con temor santo, cuidando su forma de hablar, de vestir, de pensar y de actuar, porque todo lo que hacemos debe reflejar al Dios que servimos.


Reflexión final

Decir que Dios es Santo, Santo, Santo es reconocer que Él no tolera el pecado, que su gloria es perfecta y que nos llama a vivir en obediencia. No podemos conformarnos con un evangelio superficial que acomoda el pecado y justifica la desobediencia.

Hoy más que nunca, debemos proclamar con nuestras vidas que servimos a un Dios Santo, que es amor, pero también fuego consumidor. Un Dios que no se burla, que no cambia, y que espera de nosotros un corazón sincero y una vida en obediencia.

El llamado sigue siendo el mismo:

“Sed santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:15).

La pregunta es: ¿vivirás a la ligera, burlándote de su gracia, o reconocerás con reverencia que Dios es tres veces Santo y merece tu obediencia total?